Seguro que muchas veces te has preguntado qué es el hambre emocional. En ocasiones el estrés, la ansiedad o la preocupación nos empujan a asaltar la nevera para refugiarnos y aliviarnos. El problema llega cuando esto se convierte en un hábito para satisfacer nuestras necesidades emocionales. Es entonces cuando hablamos de hambre emocional.
No cabe duda de que comer es un acto fisiológico fundamental para desarrollarnos y para vivir. Pero cuando asociamos este acto a emociones o estados de ánimo, nos encontramos ante un grave asunto.
Intentar resolver una frustración a través de la comida es algo más común de lo que pensamos. Comer chocolate o helado cuando estamos tristes o ingerir todo lo que nos encontramos en la nevera cuando estamos nerviosos son buenos ejemplos.
Los alimentos pueden convertirse en un refugio temporal para los problemas. Esto sucede porque, tras saborear la comida, el cerebro segrega ciertas sustancias –como la dopamina– que provocan sensación de placer.
¿Cómo distinguir el hambre emocional del hambre fisiológica?
Hay que analizar varios parámetros para lograr diferenciarlos. Por ejemplo,el hambre fisiológica va aumentando poco a poco y cualquier alimento sirve para aliviarlo. Por el contrario, el hambre emocional es repentina y por un alimento concreto.
Además, el hambre fisiológica se pasa al comer y no provoca sentimiento de culpa. Mientras que el emocional puede llegar a permanecer tras haber comido e impulsa un sentimiento de culpa.
Los antojos
Tener un antojo no es lo mismo que comer emocionalmente. Todas las personas sentimos de vez en cuando ‘antojo’ por comer algo que nos gusta mucho. Pero este comportamiento está controlado ya que sí sentimos saciedad. Asimismo, el antojo no está relacionado con estados de ánimo y tampoco es una conducta repetida.
Después de leer este artículo ya sabes qué es el hambre emocional y desde Saber Comer te animamos a luchar contra él.
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